Es una de las experiencias más duras, difíciles y dolorosas que puede sufrir un ser humano. Hay quien afirma que va en contra de la “Ley de la vida”, pues es de esperar que sean los hijos quienes entierren a sus padres y no al revés, por lo que nadie estaría preparado para que esta relación se invierta.
De hecho, no existe aún una palabra que indique la situación de un padre que pierde un hijo; sí existe cuando pierdes la pareja (viudo/a) y cuando se pierde a los padres (huérfano/a). La Federación Española de Padres de Niños con Cáncer está pidiendo que la RAE incluya la palabra huérfilo en el diccionario para definir esta situación.
Los padres se sienten responsables de la protección de sus hijos/as y, su muerte, suele ser vivida con sentimientos de fracaso y con una gran culpabilidad. La muerte de un hijo conlleva además otras pérdidas significativas, como los sueños, expectativas, identidad, roles, esperanzas, proyectos para el futuro, etc.
Hay tantos sentimientos ante la muerte de un hijo como personas, por ello, todos son sentimientos válidos.
El duelo es la reacción adaptativa normal ante cualquier pérdida. Se caracteriza por una serie de procesos de elaboración y aceptación de la pérdida en los que se suceden una serie de sentimientos que requieren un cierto tiempo para ser asimilados. Esto se traduce en una elaboración del duelo y su resultado puede ser satisfactorio o no. Hay tantos duelos como tipo de personas, variando de una situación a otra, de una persona a otra, diferentes culturas, sociedades, etc. El final del duelo es la adaptación a la nueva situación.
Las nuevas tendencias enfocan el duelo hacia:
1.- Esta primera fase se caracteriza por la negación de lo sucedido. Esta reacción inicial es totalmente normal y sana. Negar la realidad de la pérdida es incluso necesario y terapéutico al principio. Sería demasiado traumático asimilar una situación así. El cerebro está preparado para reaccionar de esta forma y así disminuir el impacto. Se caracteriza por:
2.- La siguiente fase se caracteriza por la toma de conciencia de lo sucedido. Se caracteriza por el enfado, la indiferencia o la ira. Los sentimientos más frecuentes son:
3.- La tercera fase es la de negociación (con la Naturaleza, con Dios, con los sanitarios…), por la necesidad que se siente de recuperar al ser querido perdido.
4.- Esta fase se caracteriza por el dolor emocional, la depresión, al ser consciente que la pérdida, lo que supone que jamás podrá recuperar al ser querido. Todo ello podría derivar en culpa. De igual manera, habrá sentimientos de:
5.- En la última parte del proceso de duelo aparece el proceso de aceptación, caracterizada por:
Todo lo vivido durante el proceso de duelo supone un aprendizaje y fortalecimiento para la familia. El bebé que ha fallecido no se olvidará y se pone en un lugar especial.
La Asociación Española de Bancos de Leche Humana ha publicado una tríptico para el "Manejo de la Lactancia Materna tras la muerte de un hijo". 2019