A pesar de que es molesto para el bebé, el lavado nasal y el lavado ocular en determinadas circunstancias es aconsejable.
Los bebés respiran por la nariz, de ahí que cuando tienen muchos mocos les cuesta mucho coger el aire por la boca porque no es su forma de respirar. Por esta razón, el lavado nasal es fundamental para mantener despejada la nariz y, de esa manera, poder respirar, comer y dormir mejor, en el caso de presentar un catarro. Además, previene complicaciones de infecciones respiratorias.
Los mocos de por sí no son malos. Son un mecanismo de defensa y como tal, nunca tenemos porqué eliminarlos completamente. Sólo cuando dificultan la alimentación o el niño está incómodo, hay que pensar en el lavado nasal. El exceso de mucosidad entorpece su respiración, ya que no saben respirar por la boca. A veces, también les impide comer y dormir. Hay que recordar que el niño no se sabe sonar.
El objetivo del lavado de la nariz es que expulse el moco por arrastre, introduciendo a presión suero salino fisiológico o agua de mar tantas veces como el bebé lo necesite.
No es necesario el aspirador nasal, que debe usarse sólo en pocas ocasiones, para no irritar la mucosa de la nariz.
El lavado ocular sólo se realiza si tiene:
Se realiza echando suero fisiológico sobre el ojo, evitando echarlo directamente sobre la parte blanca, que es muy sensible. Con un dedo se sujeta suavemente el párpado inferior hacia abajo, aplicando el suero fisiológico en el fondo de saco del párpado inferior. Después, se secará el ojo, usando una gasa por cada ojo para no contagiar uno con las secreciones del otro en caso de conjuntivitis unilateral.
Vídeo del Aula de Pacientes de la Junta de Castilla y León