La leche materna es el mejor alimento para el bebé. Sin embargo, en algunas ocasiones no se inicia o si se hace, se suspende. En estos casos se debe utilizar un sucedáneo: la “leche artificial” (o fórmula adaptada).
Hagamos primero un pequeño inciso aclarando que es un error frecuente pensar que, siempre que un recién nacido llora es porque tiene hambre, y eso lleva a ofrecerle un biberón ante la duda de que sea insuficiente la alimentación sólo al pecho. El bebé puede llorar por muchas más razones: porque esté aburrido, tenga el pañal sucio, porque tiene sueño o, simplemente, porque quiere estar con su madre y quiere que le cojan.
Siempre hay que consultar con tu matrona o pediatra antes de iniciar el biberón con leche artificial o la lactancia mixta (leche de madre y fórmula adaptada), pues en muchos casos se puede preservar la lactancia materna exclusiva con solo unos consejos y un poco de paciencia.
Tengamos también claro que es mejor extraerse la leche y mantener una pequeña reserva de leche materna congelada como previsión, que administrar un biberón de fórmula adaptada que podría ser innecesario.
No hay leche materna mala y, por lo tanto, no tiene ningún sentido analizarla. Puede ser insuficiente (en pocos casos), pero nunca mala o “floja”.
Dicho esto, si una madre decide dar el biberón a su hijo no debe estar presionada. Contará con todo nuestro apoyo y comprensión, ya que no es ni mejor ni peor madre por ello, y puede disfrutar igualmente de un contacto piel con piel continuo con su bebé y de una alimentación satisfactoria para ambos.
Si exceptuamos aquellas leches especiales para niños con problemas específicos, las leches artificiales se pueden dividir en dos grupos:
Ambos tipos se encuentran en el mercado tanto en forma líquida como en forma de polvo. La primera es más sencilla de manejar, mientras que la presentación en polvo es más barata. No varía la composición sea una u otra.