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Salud Extremadura - Periódico del Servicio Extremeño de Salud Número 71 - Hemeroteca.
Junta de Extremadura - Consejería de Sanidad y Políticas Sociales

Opinión

Derechos y deberes...¿Irreponsabilidad del funcionario?

30/01/2012
Elías Núñez Bazaga
Aux. Administrativo - C.S. Orellana la Vieja

“El usuario del Sistema Público Sanitario tiene, entre otros, el derecho a recibir atención sanitaria en condiciones de igualdad, sin que pueda ser objeto de discriminación por razón alguna, respetando su personalidad, dignidad humana e intimidad.”

Así mismo, estos usuarios están obligados a cumplir, entre otros tantos, los siguientes deberes:

“Mantener el debido respeto a las normas establecidas en el centro, así como al personal que presta sus servicios en el mismo. Responsabilizarse del uso de los recursos y prestaciones ofrecidos en el marco del Sistema Público Sanitario, cuidar las instalaciones y colaborar en su mantenimiento y cumplir las normas y requisitos administrativos de uso y acceso a las prestaciones sanitarias”.

Todos reconocemos los derechos y deberes del ciudadano, todos. Nosotros, los trabajadores públicos, somos los primeros a la hora de realizar nuestro trabajo en reconocer los derechos de los ciudadanos y ponerlos en práctica. Y ésto es así.  

Pocas veces nos hemos visto en la necesidad, no de imponer pero sí de hacer ver a los demás, que nosotros también gozamos de derechos, al igual que “ellos” también tienen sus deberes. Pues podría parecer que los derechos se hayan del mostrador hacia fuera, y los deberes del mostrador hacia dentro.  

Todos, usuarios y funcionarios, tenemos normas que cumplir. Todos tenemos derechos y deberes, y hemos de ser conscientes de ello. El desempeño de nuestras funciones se desarrolla en “una partida” que hemos de jugar todos los días. Pero con el tiempo, y conociendo al “rival”, nos damos cuenta que las reglas no son las mismas para unos y para otros. No todos arriesgamos lo mismo, y por consiguiente, no ganamos o perdemos por igual.  

El ciudadano tiene derecho a quejarse, mediante la correspondiente reclamación, de nuestros servicios si éstos no son de su conformidad. Si el objeto de la reclamación es leve, como casi siempre es, no ocurre nada. Pero si fuera más complicado recibiremos la sanción correspondiente por parte de nuestra empresa.  

Pero, ¿qué ocurriría si somos nosotros los que no estamos de acuerdo con su actitud, con sus formas... a quién reclamamos? Y hay veces que no estamos de acuerdo con la actitud que demuestran hacia nosotros, del trato que de ellos recibimos... ¿Qué pierden ellos si la reclamación es favorable a nosotros? ¿Quién y en qué términos les sancionaría?  

Si a esto le añadimos que son conscientes de este hecho, de que reclamar es fácil pues nada puede ocurrirles... Es muy fácil exigir sus derechos y reclamar nuestras obligaciones, nuestros deberes para con ellos.  

Tengamos en cuenta también que lo que nos exigen siempre lo hacen atendiendo a sus propios criterios y, créanme, cada uno tiene sus propios criterios y son conocedores de nuestras múltiples funciones y se sienten, además, capaces y aptos para dictarnos las normas que hemos de cumplir y las funciones que hemos de realizar y cuando hemos de realizarlas. Y es lo que nos exigen.

Todos han de ser conscientes de que no estamos aquí para ser diana de sus burlas, ni para soportar su mal genio. No somos ese payaso de feria que asomamos la cabeza por el hueco para que nos tiren una tarta a la cara, y después se rían por haber hecho blanco... Creo que somos algo más.  

Nos hablan como les da la gana, hacen lo que quieren, nos discuten, nos insultan, nos amedrentan y en ocasiones nos amenazan e incluso nos agreden. Y ante estas circunstancias hemos de poner buena cara, ser amables y, si es preciso, hasta reir sus gracias para no empeorar las cosas; callarnos y asentir, porque si no lo hacemos, ahí están ellos para pedir su hoja de reclamaciones porque nuestra actitud, o aptitud, no fue de su agrado.  

Y nosotros... ¿qué? ¿Quién defiende nuestro status, nuestro saber estar, nuestras aptitudes? … ¿Quién? En esta partida que todos los días jugamos, nosotros arriesgamos mucho y ellos no arriesgan nada.

Alguien debería poner fin a tanta permisividad. Protegernos seriamente de estas actitudes, protegernos y hacer valer nuestra valía y nuestra aptitud. En definitiva, nuestros derechos. Si no cambian las normas del juego, siempre parecerá que la razón la tuvieron ellos, y nosotros quedaremos, como siempre, como el irresponsable funcionario público.  

Es sólo una opinión.

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